Capítulo III. Horror en el corazón de Taskent (II)
El Despertar de la Pesadilla
La niña, ahora una bestia verde y monstruosa, cargó con una furia primitiva. Su objetivo: los hombres que rodeaban el cuerpo de su hermana. El primero de ellos, un Basmachi, que salió despedido con un golpe brutal, su cuerpo giro varias veces en el aire antes de caer inerte al suelo. El Dr. Igor Setechokv, apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que las fauces de la criatura se cerraran sobre su cuello. Un mordisco certero lo silenció para siempre, su vida extinguida en un instante macabro.
Zenya quedó paralizada, el horror la clavó al suelo. La dulce niña que habían rescatado se había transformado en una encarnación del miedo.
Vladimir, un veterano de incontables batallas, actuó por instinto. Corrió en busca de una posición defensiva, su fusil al hombro. Apoyó el arma y disparó. La bala impactó a la criatura, pero la bestia, indiferente al dolor, siguió devorando al profesor. La carne crujía, el sonido era un eco en la pesadilla.
Natacha, la doctora, corrió hacia el primer Basmachi derribado, el que intentaba levantarse aturdido. Al ver que el hombre aún respiraba, sus ojos se dirigieron al cuerpo mutilado del profesor.
La bestia, enceguecida por el odio, vio al último hombre de pie, el segundo Basmachi, que blandía su espada con manos temblorosas. Con un rugido furioso, la criatura cargó de nuevo, sus garras inhumanas rasgando el abdomen del hombre.
Zenya, finalmente, se recuperó del shock. Disparó su pistola sin cesar, las balas perforaron la piel verdosa de la criatura, pero el monstruo seguía en pie. Sin mediar palabra, ella y Vladimir se miraron. Ambos sabían lo que debían hacer.
Natacha, protegida por el Basmachi malherido, intentó acercarse al profesor, pero era demasiado tarde. La bestia cargó una vez más, dirigiéndose hacia ellos. Sin embargo, el cansancio y los impactos de bala empezaban a pasar factura; esta vez, el ataque falló.
Natacha siguió adelante para comprobar el estado del otro hombre. También estaba muerto. La bestia intentó un último golpe, pero sus heridas la habían despojado de fuerza. Se desplomó en el suelo, sin vida, con el cuerpo cubierto de sangre, justo delante de ellos.
El Basmachi, con un último aliento de vida, alzó su espada y la clavó en la cabeza de la criatura, asegurándose de que la pesadilla terminara. Natacha, exhausta, se dejó caer al suelo, las lágrimas corriéndole por el rostro al ver que nada se podía hacer por los caídos.
Zenya y Vladimir, tras coger aliento, se acercaron. La bestia estaba muerta. Pero el terror de lo que habían presenciado, la profanación de la naturaleza y la cruda realidad de una amenaza desconocida, apenas comenzaba.
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