Capítulo III. Horror en el corazón de Taskent(I)

La camioneta traqueteó a través del polvoriento camino, adentrándose en el sector industrial de Taskent. La zona era un puñado de naves, talleres y almacenes, en su mayoría ligados al ferrocarril. Algunas estructuras aún mostraban las cicatrices de los combates que habían forjado el nacimiento del Soviet. Si los secuestradores estaban aquí, no tardarían en dar con ellos.

Preguntaron a los pocos trabajadores que veían, mecánicos con las manos manchadas de grasa, con miradas cansadas, pero nadie había visto nada sospechoso. La frustración comenzaba a instalarse cuanto, de repente, un grito desgarrador rasgó el aire, seguido por el inconfundible sonido de disparos. Zenya no dudó. "¡Rápido!", espetó, y la camioneta aceleró hacia el origen del disparó. 

Al llegar, todos bajaron a la vez, el corazón encogido por la visión que se abría ante ellos: el cuerpo sin vida de una joven, desnudo y empapado en sangre, yacía en el suelo. Tres hombres la rodeaban. Sin mediar palabra, los bolcheviques desenfundaron sus armas.


Zenya alzó la voz, su autoridad resonando en el aire cargado de tensión. "¡Soltad las armas! ¡Por la autoridad que me confiere el Soviet de Taskent!".

Los hombres se miraron entre sí, extrañados. Dos de ellos, vestidos con ropas típicas de la región, empuñaban espadas curvas. El tercero, un ruso que llevaba un revólver, recargó su arma con brusquedad y se dirigió a Zenya.

"Soy el Dr. Igor Setechokv, vengo de la universidad de Moscú", espetó con furia contenida. "¿No entendéis lo que está pasando? ¡Ignorantes! ¡No os dais cuenta de que estáis ayudando a unas bestias!".

Mientras la doctora Natacha observaba la macabra escena, un escalofrío le recorrió la espalda. La niña que habían rescatado, con los ojos llenos de terror y determinación, había corrido hacia el cuerpo sin vida de su hermana, ajena a la discusión. Natacha golpeó el brazo de Zenya, su voz un susurro urgente. "Camarada, algo raro está pasando". Su mirada no podía apartarse del cadáver; había algo anómalo en él, rasgos que no parecían humanos.

La niña, ajena al caos, se había derrumbado junto a su hermana, sus pequeños hombros sacudidos por el llanto. Pero en medio de los gritos y la confusión, un silencio aterrador se apoderó de la escena. La niña comenzó a convulsionar, su cuerpo se retorcía en el suelo, y de sus labios brotaron palabras guturales en una lengua incomprensible, una letanía ancestral y escalofriante:

"Ph´nglui mglw´nafh Cthulhu R´lyeh wgah´nagl fhtagn…"

"Ph´nglui mglw´nafh Cthulhu R´lyeh wgah´nagl fhtagn…".

Su pequeño cuerpo empezó a hincharse, a mutar. La ropa se rasgó, revelando una piel que adquiría un tono verdoso, antinatural, mientras una fuerza primigenia la transformaba. El horror indescriptible se apoderó de todos.



To be continnued.....

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